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Sábado 11 de Junio / Lo que somos para Dios y para Cristo
Published on:
11th June, 2022
¡Cuán hermosa eres, amada mía! ¡Cuán hermosa eres!
(Cantar de los Cantares 4:1 NBLA)
Lo que somos para Dios y para Cristo
Es bueno que cultivemos en nuestros corazones no solamente la comprensión de lo que Dios ha hecho por nosotros, sino también de lo que Él, en su gracia, nos ha hecho ser para sí mismo. Es de lo mejor que quitemos la vista de nosotros mismos y entremos en el secreto de la presencia de Dios, solo allí podremos descubrir los sentimientos que llenan su corazón. El Espíritu de Dios hace que aquellos que creen en Cristo se alegren «con gozo inefable y glorioso» (1 Pe. 1:8). Sin embargo, este gozo tiene dos lados, el que acabamos de mencionar es nuestro lado, pero el Padre también tiene su parte –«es necesario… regocijarnos» (Lucas 15:32), este es su gozo, el cual es inagotable. Para disfrutarlo, hemos sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Él mismo ha de ser la porción de nuestras almas. Nuestra nueva naturaleza tiene la capacidad de disfrutar, entender y conocer a Dios. Su gozo es tener a sus hijos cerca suyo.
Nuestros corazones se iluminan cuando vemos a Cristo en varias de las escenas del Cantar de los Cantares. Pero es muy dulce ver aquí lo que la esposa es para Cristo. No hay un lenguaje más amoroso que el que Él utiliza aquí para referirse a ella: «Toda tú eres hermosa, amada mía, y no hay defecto en ti» (v. 7). Cristo halla en su esposa, la Iglesia, lo que complace a su corazón.
«Ah», dirás, «eso será así cuando nos presente a sí mismo una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga». Pero ese no es el momento al que se hace referencia. Incluso ahora, mientras vamos camino a la gloria que le depara a la esposa y al Esposo, Él halla en la Iglesia aquello que complace a su corazón. Su deleite se halla en nosotros –en aquella que llama su esposa. Tanto tu corazón como el mío, deben sentir lo que somos para Cristo. Cuando nuestros corazones hayan probado un poco de esto, anhelaremos saber de ello con mayor profundidad.
W. T. P. Wolston