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Martes 23 de Abril de 2024 / La madurez en la fe (2)
Porque debiendo ser ya maestros… habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche… pero el alimento sólido es… para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
La madurez en la fe (2)
La leche no es algo malo, siempre que sea de buena calidad. Todo creyente debe desear la leche pura de la Palabra, y no permanecer como un bebé, sino crecer con ella (1 P. 2:2). Esta actitud correcta, que incluye un verdadero deseo por la Palabra de Dios, necesita ser promovida mientras juzgamos lo que es de la carne, y con la ayuda del Señor buscamos promover lo que es del Espíritu. Un deseo sincero de conocer al Señor Jesús tal como él es ahora en la gloria, combinado con el debido juicio propio, nos lleva a tener los “sentidos ejercitados” y discernimiento espiritual.
Esta facultad es necesaria para comprender las diferencias entre un sistema religioso (que promueve el yo, rechazando a Jesús) y el vivir por fe, en consagración a él. Un sistema religioso (aunque en el pasado haya sido dado por Dios, como el judaísmo) que rechaza a Cristo, será utilizado por el enemigo para estorbar el verdadero crecimiento espiritual. Satanás es un falso imitador de Dios y, de varias maneras, utiliza cosas como el judaísmo, o imitaciones de este, para poner obstáculos en la vida de verdaderos creyentes. Abraham, el padre de la fe, tuvo que aprender a poner su confianza solo en Dios. De igual manera, todos los creyentes debemos aprender a confiar solo en Dios.
La carnalidad es otro obstáculo para el crecimiento espiritual. Los creyentes de Corinto habían convertido a otros hermanos en la fe en cabecillas de sus grupos divisionistas y se enorgullecían de sus dones espirituales. Esto los llevó a la falta de discernimiento, a las disputas, y a la falta de interés por el Señor. Las necesidades descritas en Hebreos 5 y 6 encuentran su remedio en el amor, la esperanza y la fe (He. 6:10-12), así como en la solicitud o diligencia (He. 6:11). Cuando nuestros ojos están fijos en el Señor Jesús, nuestra ancla del alma, entonces tenemos seguridad, firmeza y perseverancia. Así, atraídos a Cristo, creceremos, guiados por su Espíritu.
Alfred E. Bouter