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Viernes 24 de Junio / Los jueces de Israel (18) Abimelec (B) Lucha descarnada
Published on:
24th June, 2022
Después que Abimelec hubo dominado sobre Israel tres años, envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec… Y los de Siquem pusieron en las cumbres de los montes asechadores… y entrando en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec.
(Jueces 9:22-23, 27)
Los jueces de Israel (18) Abimelec (B) Lucha descarnada
No pasó mucho tiempo hasta que Dios permitió que se desarrollara una lucha entre el perverso Abimelec y los ciudadanos de Siquem, los mismos que habían financiado el asesinato de sus setenta hermanos. Dios es absolutamente justo. Cuando el hombre no se arrepiente de su maldad ni juzga el mal delante suyo, ¡Dios mismo intervendrá en juicio!
En este capítulo leemos una triste historia de confusión. Los hombres de Siquem se rebelaron contra Abimelec y siguieron a Gaal, el hijo de Ebed, quien desafió a Abimelec, el cual, imitando a su padre Gedeón, dividió a sus hombres en tres compañías, obteniendo victorias sobre los de Siquem por dos días seguidos. Los que quedaron de Siquem continuaron su rebelión, atrincherándose en la fortaleza del templo de su dios. «Entonces subió Abimelec… y cortó una rama de los árboles, y levantándola se la puso sobre sus hombros, diciendo al pueblo que estaba con él: Lo que me habéis visto hacer, apresuraos a hacerlo como yo» (v. 48). De manera que él y sus hombres se amontonaron junto a la torre y le prendieron fuego, matando a todos los que habían huido allí en busca de refugio.
Abimelec realizó una táctica similar en la siguiente ciudad, Tebes, y una mujer lanzó un pedazo de rueda de molino sobre su cabeza, rompiéndole el cráneo. Entonces le dijo a su escudero que lo matara. «Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos. Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal» (v. 56-57). ¡Dios es justo!
Eugene P. Vedder, Jr.