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Viernes 1 de Marzo de 2024 / ¡Todo por mi amado Salvador!
El alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo… Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte.
¡Todo por mi amado Salvador!
Junto con los miles de soldados de Israel, Jonatán había visto a David salir al encuentro de Goliat, cuyo tamaño, aspecto y palabras habían sembrado el terror en el corazón del pueblo. Jonatán había visto a este orgulloso gigante ser abatido por el poder de la fe. Pero había algo más que esto. No se trató solamente de la victoria, ¡ahora el corazón de Jonatán estaba lleno de la persona misma del vencedor! No es que valorara menos la victoria, sino que valoraba más al vencedor. Por eso se despojó con gozo de sus vestiduras y su armadura para vestir a David, el objeto de su afecto.
Esto nos deja una valiosa lección. ¡Con qué facilidad nos enfocamos en la redención en lugar de hacerlo en el Redentor! ¡Nos gozamos más en la salvación que en el Salvador! ¿No deberíamos, como Jonatán, tratar de magnificar la persona de aquel que descendió al polvo de la muerte por nosotros? David no le pidió a Jonatán que le diera su túnica o su espada. Si lo hubiera hecho, la escena habría carecido de belleza. No, Jonatán se olvidó de sí mismo y solo pensó en David. Así debe ser con nosotros y nuestro verdadero Señor, el verdadero David. En tal caso, podremos decir como Pablo: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil. 3:7-8).
¡Que seamos más llenos de este espíritu! Que nuestros corazones sean atraídos y unidos más y más a Cristo en este día de hueca profesión y vana formalidad religiosa. ¡Que seamos tan llenos del Espíritu Santo que con propósito de corazón nos aferremos a nuestro Señor y Salvador Jesucristo!
C. H. Mackintosh