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Sábado 27 de Abril de 2024 / El discípulo al que Jesús amaba (2) – Permaneciendo firme
Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre.
El discípulo al que Jesús amaba (2) – Permaneciendo firme
A lo largo de su ministerio, el Señor Jesús mantuvo cierta distancia con su madre (véase Jn. 2:4; Mt. 12:46-50). Las relaciones naturales no influyeron en su ministerio, como sí suele ocurrir con otros. Además, Dios sabía que María sería considerada de forma no bíblica en la cristiandad.
Sin embargo, una vez consumada su obra en la cruz, los afectos naturales de Jesús parecen elevarse con fuerza: “¡Mujer, he ahí tu hijo!”. Y luego, dirigiéndose “al discípulo a quien él amaba”, dijo: “¡He ahí tu madre!”. Cristo encomendó a quien más amaba en la tierra (naturalmente hablando) al cuidado del discípulo amado. A medida que vamos creciendo en nuestra comprensión del amor de Cristo por nosotros, sentiremos el deseo de cuidar de aquellos a quién él cuida y ama. El objeto más querido para el corazón de Cristo es la Iglesia, y así como Juan recibió a María en su propia casa (Jn. 19:27), así debemos cuidar de los redimidos del Señor.
Ser conscientes del amor de Cristo, y estar en ello, nos permitirá permanecer firmes durante los momentos de prueba. Todos los discípulos, excepto Juan, habían abandonado a Cristo y habían huido a esconderse. Incluso Simón Pedro, que se había jactado de su amor por Cristo, no solo lo había abandonado, sino que lo había renegado. Y esta es la diferencia esencial entre Pedro y Juan. El que no se había jactado de su amor por Cristo, sino que se enfocó en el amor de Cristo hacia él, es aquel que permaneció firme junto a la cruz. Pablo nos exhorta frecuentemente en sus Epístolas a permanecer firmes (Ro. 12:9; 1 Co. 16:13; Ef. 6:11, 13-14; Fil. 1:27; 1 Ts. 3:8; Tit. 1:9). El discípulo a quien el Señor ama permanecerá firme junto al Señor y no huirá en la hora de la prueba.
Brian Reynolds