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Sábado 16 de Marzo de 2024 / Permanecer quietos
No teman; estén firmes y vean la salvación que el Señor hará hoy por ustedes.
Permanecer quietos
Cuán difícil nos resulta enfocar nuestra vista para ver con mayor claridad y nitidez cuando estamos ocupados corriendo de aquí para allá, excesivamente preocupados por nuestro bienestar personal. El pueblo de Israel no estaba moviéndose literalmente en ese momento, sino que estaba acampado junto al mar Rojo. Sin embargo, en ese mismo momento, Moisés les dijo: “Estén firmes” (“Quédense quietos”; NTV). ¿Por qué? Aunque no estaban en marcha, ni en posición de batalla, ellos estaban preocupados en sus corazones, los cuales estaban tan agitados como el mar turbulento ante el que estaban acampando. Estaban agitados emocionalmente.
Con el mar frente a ellos, y con los carros de Faraón persiguiéndolos, ellos pensaron que hubiese sido mejor servir a Egipto, que es un tipo del mundo. Egipto, con su esclavitud y opresión, parecía una mejor opción que morir en el desierto. ¿Acaso no es mejor morir en el desierto, separados del mal por causa de Cristo, que servir al sistema de este mundo que está bajo la influencia de Satanás?
Pongamos atención a lo siguiente: Dios no quiere que sirvamos al mundo ni que muramos en el desierto. Debemos aprender a permanecer quietos para que nuestra vista se enfoque adecuadamente en nuestro gran Dios, supremo y omnipotente. Hay momentos en nuestra vida en los que tenemos que ser conscientes de nuestra impotencia para actuar en circunstancias que escapan de nuestro control. Dios permite tales momentos. Fue él quien ordenó a Israel que acampara en ese lugar. Cuando estamos donde él quiere que estemos, él también quiere que permanezcamos quietos para que podamos ver de mejor manera sus propósitos, y mantener nuestros ojos por encima de las luchas y la agitación de este mundo.
¡Permanezcamos firmes! ¡Quietos! Dios quiere que estemos tranquilos y en paz para que así podamos ver de mejor forma su liberación, la cual proviene solo de él. “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46:10).
Philip E. Hall