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Miércoles 3 de Abril de 2024 / Obediencia
Bastante habéis rodeado este monte; volveos al norte.
Obediencia
La palabra del Señor lo determinaba todo. Fijaba el plazo en el cual el pueblo debía permanecer en un sitio dado, como así también hacia dónde habían de dirigir luego sus pasos. No tenían necesidad de calcular o hacer planes acerca de sus movimientos. Eso era responsabilidad y prerrogativa de Jehová, quien lo disponía todo; la responsabilidad de ellos era obedecer. No se mencionan aquí ni la nube ni la trompeta. Solo era cuestión de la Palabra de Dios y la obediencia de Israel.
Nada puede haber más precioso para un hijo de Dios -siempre que el corazón esté en una condición conveniente- que ser guiado en todos sus movimientos por mandato divino. Ello evita una multitud de angustias y perplejidades. Los israelitas no tenían necesidad de preocuparse de sus movimientos, ni del tiempo que debían permanecer en un lugar determinado ni adónde debían ir después. Jehová lo disponía todo por ellos y ellos no tenían más que esperar en él y hacer lo que se les mandaba.
Sí, lector, esta era la gran condición: un corazón confiado y obediente. Si cuando Dios dijo: “Bastante habéis rodeado este monte”, Israel hubiese contestado: «No, queremos rodearlo un poco más; estamos muy cómodos aquí y no deseamos hacer ningún cambio», o bien, cuando Dios dijo: “Volveos al norte”, ellos hubiesen replicado: «No; preferimos marchar hacia el este», ¿cuál habría sido el resultado? Habrían perdido la divina compañía, y ¿quién entonces les habría guiado, ayudado y alimentado? Solo andando en el camino indicado por el mandato divino podían contar con la presencia de Dios entre ellos. Si hubiesen preferido ir por donde mejor les parecía, solo hubieran tenido hambre, desolación y tinieblas. El agua que manaba de la Roca y el maná celestial solo podían encontrarse en la senda de la obediencia.
C. H. Mackintosh