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Miércoles 20 de Marzo de 2024 / El cristiano y el mundo
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
El cristiano y el mundo
Cuando se trata de los cristianos, Dios los coloca totalmente fuera del mundo. Así debería ser en todos nuestros planes diarios, a los cuales nos impulsa la energía y la actividad del amor. En cuanto a la esperanza, a la meta que los cristianos se proponen, hasta el momento en que Dios ejecute su juicio, no es la esperanza del mundo que procura ser la que mejor puede guiarnos; porque vemos que, hasta que ese juicio sea ejecutado, la corriente de este mundo solo desemboca en la impiedad y en la altivez del hombre.
He aquí el mundo en que vivimos, y lo que Dios nos reveló de él. No obstante, también nos reveló cosas del cielo. Nos mostró a Jesús, a quien el mundo rechazó y quien subió al cielo. De manera que tenemos un propósito y motivos que deben gobernarnos, dirigirnos enteramente y caracterizar todo nuestro andar, para que, por estos motivos presentados al corazón, y de los cuales se ocupa el nuevo hombre, vivamos y caminemos por el Espíritu en el mundo.
Es terrible ver la facilidad con que el mundo se apega a nuestros corazones. No quiero decir que nuestros corazones sean los que se apeguen al mundo (aunque ese sería pronto el resultado), sino que el mundo se apega a nuestros corazones.
Es muy difícil para nosotros escapar del conjunto de principios de este mundo. Esto se manifiesta de diversas formas: en uno es la avaricia; en otro la buena posición social; en otro un espíritu activo que se mete en los asuntos públicos. Pero, ese no es nuestro mundo; nuestro mundo es otro. Es aquel en el cual Cristo será la cabeza, el centro y la alegría. Es un conjunto en el cual la parte celestial y su gloria son nuestra porción. Quiera Dios que, en todos los detalles de nuestra vida, en nuestras circunstancias cotidianas, este desprendimiento se realice y se manifieste, y que podamos decir: mi “vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3).
J. N. Darby