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Lunes 11 de Noviembre de 2024 / Las vestiduras del Sumo Sacerdote (3) – El borde del manto
Harás el manto del efod todo de azul… Y en sus orlas harás… Una campanilla de oro y una granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla del manto alrededor. Y estará sobre Aarón cuando ministre.
Las vestiduras del Sumo Sacerdote (3) – El borde del manto
La túnica azul se llevaba debajo del efod y cubría desde los hombros hasta debajo de las rodillas. En su borde, estaba adornada con campanillas de oro y granadas. La túnica azul destaca el hecho de que nuestro Sumo Sacerdote es celestial y ahora se presenta en la presencia de Dios por nosotros. “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (He. 7:26).
Las campanillas y las granadas representan el testimonio y el fruto. Al estar en el borde de la túnica, simbolizan el equilibrio perfecto entre el testimonio y el fruto, como se ve en nuestro Sumo Sacerdote. Cuando el Espíritu Santo descendió, se escuchó un “estruendo como de un viento recio que soplaba” (Hch. 2:2), el cual hizo sonar las campanillas del testimonio del Evangelio en este mundo oscuro. En Hechos 2, los creyentes fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaron las maravillosas obras de Dios. El fruto pronto se manifestó cuando tres mil almas se convirtieron en aquel primer día (Hch. 2:41). ¡Alabado sea Dios, pues las campanillas del Evangelio siguen sonando y se siguen cosechando sus frutos!
Las verdades de la Palabra de Dios no se nos dan para aumentar nuestro conocimiento, ya que el conocimiento envanece (véase 1 Co. 8:1). Alguien ha dicho: «La medida de mi testimonio como cristiano (el sonido de las campanillas) se corresponde con el fruto del cual me estoy alimentando (las granadas)». Solo al alimentarme de Cristo, Cristo será oído a través de mí, y el sonido que surge de mi vida producirá mucho fruto para la gloria de Dios. “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5).
Jacob Redekop