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Domingo 2 de Junio de 2024 / Las glorias del Cordero en Apocalipsis (1)
Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
Las glorias del Cordero en Apocalipsis (1)
¡Digno es el cordero! El “cordero” aparece en toda la Escritura, desde Génesis hasta Apocalipsis. De hecho, se menciona al menos unas 28 veces solo en Apocalipsis. Pero aquí vemos al Señor Jesús como el Cordero, quien es digno de nuestra adoración debido al valor de su Persona y obra, por lo que él es y por lo que ha hecho.
En el libro de Apocalipsis, uno de los temas principales y evidentes es que solo Dios debe ser adorado. Se condena fuertemente la idolatría, la adoración a los demonios y a las imágenes de oro, plata, bronce, piedra o madera (Ap. 9:20). La guerra descrita en Apocalipsis es una batalla entre el Cordero y la bestia. Esta bestia exigirá que los habitantes de la tierra le adoren (Ap. 13:4, 12, 15; 14:9, 11; 16:2). Es una contienda pare decidir a quién se adorará: ¿A Dios y a su Cordero, o al dragón y su bestia? El Cordero merece la adoración que está prohibida para la bestia, y que solo está apropiada para Dios mismo. Solo las Personas divinas deben recibir adoración.
En este libro, el Espíritu Santo subraya esto en dos ocasiones con un claro mensaje: ni siquiera se debe adorar a los mensajeros angélicos (Ap. 19:9-10; 22:8-9). Juan se postró en dos ocasiones a los pies de un ángel para adorarlo, y en ambas situaciones, el ángel protestó diciendo que él solo era otro siervo de Dios. Entonces se dio la orden que resuena a través de todo el libro del Apocalipsis: “¡Adora a Dios!” (Ap. 22:9). La enseñanza es clara: solo Dios debe ser adorado, solo las personas de la Deidad son dignas de adoración.
El Cordero es digno de esta adoración, que solo le pertenece a Dios. Dios y el Cordero son adorados juntos (Ap. 5:13).
Ahora, por la fe, podemos contemplar la gloria de Dios, que brilla en el rostro del Señor Jesús, y esperar que la fe sea sustituida por la vista.
Tim Hadley, Sr.