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Domingo 1 de Octubre de 2023 / El Señor no nos desampara
No te desampararé, ni te dejaré.
El Señor no nos desampara
Sin duda, estas palabras tocaron la fibra del corazón de los cristianos que leyeron por primera vez la Carta a los Hebreos. Habían crecido con estas promesas en las Escrituras del Antiguo Testamento (Dt. 31:6, 8; Jos. 1:5 y 1 Cr. 28:20). Y lo que se prometía en la letra había quedado demostrado en la experiencia una y otra vez. Por ejemplo, José. Puede que haya estado separado de sus hermanos en Egipto, pero Dios estaba con él allí (Gn. 39:2-3, 21, 23). Qué consuelo y qué gran recurso tuvo durante esos años de dificultades, lejos de su familia. Las palabras quejumbrosas que dirigió al copero de Faraón expresan algo de sus pensamientos más profundos: “Acuérdate… de mí cuando tengas ese bien” (Gn. 40:14). Lamentablemente, el copero se olvidó de él.
José no había hecho nada que justificara su encarcelamiento. En esto es una débil imagen del Señor Jesús, quien “ningún mal hizo” (Lc. 23:41) y, sin embargo, “por cárcel y por juicio fue quitado” (Is. 53:8). ¡Qué pena y dolor fue para él, en toda su perfecta sensibilidad, sufrir esto a manos de su pueblo terrenal! Además, “todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Mt. 26:56). Poco antes les había dicho: “No se turbe vuestro corazón” (Jn. 14:1); ahora buscaba “consoladores… y ninguno hallé” (Sal. 69:20). En verdad, fue dejado solo por los hombres, pero algo infinitamente más solemne iba a suceder después: él iba a llevar nuestros pecados sobre su cuerpo en el madero y sería hecho pecado por nosotros. Clamaría “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46).
El Señor Jesús estuvo completamente solo en el momento crítico en la cruz, pero ahora se deleita en prometer a cada uno de los que creen en él: “No te desampararé, ni te dejaré”. Tenemos motivos suficientes para animarnos, pues tenemos un ayudador maravilloso y podemos recordarlo conforme a su amorosa petición: “Haced esto en memoria de mí” (1 Co. 11:23-26).
Simon Attwood